Supongo que ésta es la
última comparecencia ante ustedes, como presidente de la Junta de Andalucía, tras un
Consejo de Gobierno. Así que permítanme que empiece por mostrarles mi
agradecimiento por su trabajo en la información y en la crítica y también por
pedirles disculpas por todas las molestias e incomodidades que les haya podido
provocar en estos 52 meses.
Como les había
anunciado, acabo de firmar y remitir al presidente del Parlamento mi renuncia a
la Presidencia
de la Junta de
Andalucía.
Todos los presidentes formamos parte de un
tiempo político. Todos hemos de asumir nuestra provisionalidad. Nunca he tenido
la tentación de mantenerme en el cargo. Tomé un testigo y lo cedo. Tomé el
poder con dignidad y lo cedo con generosidad.
No es la primera vez que comparezco ante
ustedes para explicar las razones más profundas de mi renuncia. Son ya
suficientemente conocidas.
En momentos como éste hay siempre un fondo muy
personal, que por mucho que los políticos nos neguemos a reconocer, existe y
nos afecta muy por encima de lo que nos empeñamos en mostrar. Como alguien ha
escrito, muchos no tenemos mandíbula de hierro ni somos insensibles. Es más,
creo que no es eso lo que se nos exige. Así que les ruego que entiendan este
aspecto personal y familiar que está detrás de mi decisión y que no voy a
comentar.
Así las cosas, las razones las reduzco a dos
que no voy a negar que están interrelacionadas.
- La primera es la necesidad de producir un cambio en la política
andaluza, un cambio generacional, un cambio de visión, un cambio que genere
impulso y que sintonice mejor con la sociedad andaluza de hoy.
- La segunda es preservar a la Presidencia de la Junta de Andalucía de la erosión que,
sin duda, se ha venido produciendo en estos últimos meses, al monopolizar de
forma injusta, en mi opinión, con el presidente de la Junta de Andalucía y el caso
de los EREs.
Con respecto a la
primera razón, la necesidad de cambio, les puedo decir, y así lo confirman
todas las encuestas, que, si ya estaba latente en las postrimerías de la pasada
legislatura y comienzos de ésta, se ha convertido en clamorosa en este año
2013.
Todas las
encuestas nos muestran una desafección ciudadana hacia la política que debería
preocuparnos no solo a los políticos sino a todos cuantos estamos convencidos
de que la política es imprescindible para el funcionamiento democrático e
institucional de la sociedad.
Escuchar esto es
una obligación inexcusable de cuantos tenemos la posibilidad de favorecer el
cambio. Es necesario recuperar el buen sentido de la política.
Siempre he tenido
claro, y así lo he expresado reiteradamente, que, durante mi mandato como
presidente de la Junta
debería hacer la transición para el cambio. Un cambio que no sea un lavado de
cara sino un cambio de ciclo, un cambio que sea un ajuste con los tiempos: Un
cambio que yo no podía protagonizar.
El objetivo era
pasar el testigo a otras generaciones que habían perdido muchas oportunidades
por la persistencia en el poder de los políticos de la generación nacida en los
años 40 del pasado siglo. El dato es muy elocuente: En 31 años de autonomía
andaluza nuestra comunidad ha tenido cuatro presidentes y los cuatro nacimos
entre 1944 y 1947.
Es probable que
este dato explique la preterición de las generaciones posteriores que han
vivido siempre la política desde la mirada de quienes hicimos la Transición y, por
tanto, más influida por una forma de entender las cosas que por las nuevas
realidades que están naciendo y que cambian día a día.
El actual es un
tiempo de cambio. Nosotros, los de mi generación, somos inmigrantes en una
realidad nueva. No digo que no nos hayamos adaptado permanentemente a la
realidad. Creo de verdad que, en buena medida, lo hemos sabido hacer. Pero es
verdad que somos inmigrantes en un mundo que ha cambiado y que se desenvuelve con
parámetros nuevos en lo internacional, en lo nacional, en lo autonómico, en lo
económico, en lo cultural, en lo informativo y en lo social.
Así, junto al
principio de estabilidad que tanto hemos defendido los de mi generación, hay,
en estos momentos, que arriesgarse al principio del cambio. Creo, por ello, que
las generaciones hegemónicas en la sociedad deben ser también las mayoritarias
en el gobierno de las instituciones políticas. Este es el proceso natural y por
eso esta transición tenía que hacerse.
Sabía, y sé, que
mi apuesta por el cambio genera dudas y, a veces, alguna resistencia. Nada, sin
embargo, que no pueda superarse si quien está llamado a asumir la próxima
responsabilidad tiene claro que debe trabajar por la integración y por la
convivencia entre generaciones y géneros.
Dejé en manos del
Partido Socialista de Andalucía que tomara la decisión, conforme a nuestros
estatutos para las primarias, de elegir a la persona que hubiera de
sustituirme.
Ha sido la primera
vez en más de treinta años que hemos puesto en marcha el procedimiento
estatutario de primarias para elegir al candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. La
primera vez y la única en el caso del partido socialista y de cualquier otra
formación política. Quise que así fuera desde una regulación que, sin ser
exigible estatutariamente, ponía en manos de la militancia la decisión. Ella
sería la que diera vida a un proceso inédito entre nosotros y la que diera su
respaldo a la persona que considerara más capacitada para este empeño. Estaba
convencido de que su respuesta sería a favor del cambio generacional.
Así ha sido. Se ha
optado por un cambio generacional y además por un cambio de género. Susana Díaz
representa ese cambio, ese nuevo impulso.
De alcanzar su investidura, será una
presidenta nacida en los setenta, representativa de la mayoría social que hoy
en Andalucía dirige empresas, asociaciones, hospitales, o facultades
universitarias.
En este cambio que
estoy impulsando con mi renuncia, también quiero reconocer que es una
satisfacción personal que una mujer por primera vez vaya a ser la presidenta de
la Junta de
Andalucía si la Cámara
le otorga su confianza.
En toda la década
de los 80, el Gobierno andaluz solo contó con una consejera y lo fue por solo
dos años. Era, es cierto, otra Andalucía muy distinta que a veces conviene
recordar. Entonces solo dos de cada diez mujeres entre 20 y 45 años formaban
parte de la población activa. Hoy son ocho de cada diez: una tasa de actividad
similar a la de los varones y con unas credenciales formativas de mayor nivel
en su conjunto. Pocos dudan ahora de la capacidad política y profesional de las
mujeres que han jugado un papel creciente en la vida política, social,
académica y económica de Andalucía. Susana Díaz también representa ese cambio
que hemos entendido necesario.
Dicho esto, tengo
que añadir que me siento orgulloso de lo que mi generación política ha hecho en
España y en Andalucía. Muy orgulloso de haber formado parte de varios gobiernos
de Felipe González y de Manuel Chaves. Ahora toca que otros y otras hagan que
nos sintamos orgullosos de lo que van a hacer cuando asuman la responsabilidad
del relevo.
Hace falta
política, Política con mayúsculas.
La gente está desilusionada, enfadada, porque esperaba cosas que no se están
haciendo y no esperaba cosas que sí se están haciendo.
La gente reclama
política, una política útil y centrada en las personas, no que la política se
subordine a la economía o a los intereses de los mercados financieros.
No puedo aceptar
que haya una sola forma de salir de la crisis y que esa forma sea la que dictan
los mercados. Creo que es posible, y aun necesaria, una alternativa de
izquierdas.
Desde el Gobierno
andaluz hemos querido marcar una iniciativa y un recorrido propios. Hemos
demostrado que hay otras formas de hacer las cosas; que la política no es un
camino de dirección única; que hay alternativas. Porque esa es la raíz misma de
la democracia: saber que siempre es posible hacer las cosas de otra manera y
saber que las distintas ideas son las que mueven las diferentes opciones de
gobierno.
Lo hemos hecho, lo
estamos haciendo, en un marco de dificultades financieras asfixiante y en medio
de una crisis que no tiene precedentes en nuestra más reciente historia.
Lo hemos hecho
teniendo como objetivo prioritario la igualdad de oportunidades y el apoyo a
los más necesitados. Defendiendo un modelo público de bienestar social y
tratando de no confundir reformas con recortes o privatizaciones de servicios
públicos.
Pero es necesario
dar más pasos en esta dirección. Es preciso afrontar la realidad desde la
política concreta y desde un discurso que no se quede en la dialéctica entre
partidos. Los políticos fracasamos cuando creemos que la política es solo la
lucha por el poder. Si nos centramos solo en deteriorar, o robarle crédito y
prestigio, a nuestros adversarios, los ciudadanos se alejarán de la política.
La gente confía en los políticos en la medida en que son capaces de solucionar
sus problemas. Y por eso estoy convencido de que nadie gana credibilidad
política cuando se limita a tratar de quitársela a sus adversarios.
Es verdad: Hay un
profundo deterioro de la actividad política. No hace mucho dije que salir de la
crisis es urgente. Pero que tan urgente como ello es recuperar el prestigio de
las instituciones y de la política. Y no tengo duda alguna de que en el
deterioro de la política han influido de forma manifiesta todos los escándalos
de corrupción.
El caso de los ERE
es un asunto de gravedad, del que no se puede pasar página con ligereza. Por
eso, desde la
Administración andaluza siempre tratamos de colaborar con la
justicia y de aportar lo que está en nuestra mano para esclarecer los hechos,
para que se restituya el dinero detraído indebidamente y para que paguen los
responsables.
Pero resulta
imposible obviar que este caso ha dañado la imagen de la Junta de Andalucía, que ha
supuesto un gravísimo obstáculo para ejercer la acción política desde la
normalidad y sobre todo una ofensa gravísima para tantas y tantas personas que
están pasando privaciones.
Tampoco se puede
negar que -de manera indebida, y también tengo que decir que profundamente
injusta- el punto de mira de quienes han utilizado políticamente el caso estaba
apuntando directamente hacia mí, hacia la figura del presidente de la Junta de Andalucía.
Es mucho el daño
personal que se me ha hecho con la utilización de este asunto. Quien me conoce
sabe cómo soy, cómo vivo, cómo he vivido en estos 43 años de servicio público.
Me afecta el daño personal y familiar. Pero, sobre todas las cosas, me duele el
daño a la Junta
de Andalucía y, por eso, hoy doy un paso atrás con el que pretendo favorecer
que este asunto deje de entorpecer la política cotidiana.
He considerado
también necesaria mi renuncia, no solo para propiciar el cambio generacional
sino además para sacar a Andalucía y a la Presidencia de la Junta de Andalucía de un
debate que está siendo un obstáculo para luchar contra la crisis, tarea en las
que tienen que estar puestos ahora mismo todos los esfuerzos.
Como ya les he
dicho, estamos concernidos y obligados a responsabilizarnos de la pésima
percepción que en la actualidad tiene el ciudadano de la política. Una
sensación que se ha acentuado de manera alarmante en los últimos 12 meses. Por
todo: Por la falta de respuestas a los problemas y también por los casos de
corrupción.
Sondeos y estudios
de expertos coinciden en que una buena parte de los ciudadanos nos ven a los
políticos como el epicentro del terremoto que está zarandeando también al
sistema y a sus instituciones. Eso obliga a tomar decisiones cuyo objetivo sea
devolver el prestigio a la política, el crédito a las instituciones, y con ello
fortalecer la propia democracia. A veces, aun sabiendo que con la renuncia
estás respondiendo con una decisión que parece dar la razón a quienes no la
tienen, es bueno dar el paso atrás y esperar a la reparación que sin duda habrá
de llegar y que pondrá a cada uno en su sitio.
Sé que en España
este tipo de gestos resultan prácticamente inéditos y que, aunque se reclaman
con insistencia, luego, cuando llega la hora de la verdad, se miran con
desconfianza, e incluso se tachan de irresponsabilidad y de extravagancia.
Curiosamente por los mismos que exigían con vehemencia resoluciones tajantes.
He dicho que la
mayoría de ustedes saben quién soy. Pero es bueno también que, al final de un
mandato institucional, rindamos cuentas a la ciudadanía: Por eso, quiero
entregarles mi declaración patrimonial de bienes de 2009, año en el que tomé
posesión del cargo y la actual. Y también la declaración de la renta de aquel
año y la de 2012. Unas y otras están en Internet. Todos cuantos han tenido
interés en hacerlo han podido comprobar, a lo largo de estos años, en la web de
la Junta de
Andalucía, mis declaraciones patrimoniales y mis declaraciones de la renta.
Consideré entonces y lo considero ahora que era mi obligación política y así
quise hacerlo. Nunca oculté bienes y siempre declaré todos mis ingresos.
Siempre y sin excepción. Mis ingresos se han venido aprobando año a año en la Ley del Presupuesto y nunca
tuve otros que los complementaran. Mi patrimonio es el mismo que tenía hace
cuatro años que no es muy diferente al que tenía hace diez o quince. Han estado
siempre en el conocimiento de los andaluces.
Pero creo que es
conveniente que a la transparencia formal, a lo publicado, se una la declaración
personal del interesado: La mía ante todos ustedes y ante todos los andaluces:
Era costumbre
antigua hacer lo que se llamó un juicio de residencia. Es lo que hago aquí y
estoy dispuesto a hacer en cualquier caso y en cualquier situación. Los ciudadanos
tienen el legítimo derecho a conocer quiénes son, y cómo y de qué vivimos,
tienen derecho a saber quiénes somos quienes asumimos responsabilidades
públicas. Así lo hemos venido haciendo desde mi gobierno y así lo ratifico,
ahora, al finalizar mi responsabilidad institucional.
En relación con el
presente y el futuro inmediato de la
Junta de Andalucía quiero añadirles algo: La estabilidad
política del gobierno andaluz es una garantía de futuro para Andalucía. Hay un
acuerdo de gobierno entre PSOE e IU sólido y fuerte, concentrado en los
compromisos de gobierno que hemos adquirido y concentrado en la defensa de los
andaluces y andaluzas. Quiero agradecer a IU la responsabilidad que ha
demostrado en todo momento, y quiero personalizar esa gratitud en el vicepresidente
Diego Valderas.
En cuanto a mi
partido, el PSOE de Andalucía está unido y motivado en torno al cambio que
estamos realizando, y eso supone un apoyo político muy poderoso para el nuevo
gobierno.
Por último quiero
agradecer a toda la sociedad andaluza el apoyo que he sentido en estos años de
presidente, agradecer a cuantas organizaciones sociales, económicas y políticas
han colaborado con mis gobiernos, y de manera muy especial a todos mis
consejeros y consejeras, presentes y pasados, su compromiso y su quehacer.
Los de mi
generación, los que hemos sido llamados de la Transición, supimos
estar a la altura de los tiempos difíciles que nos correspondió vivir y
sentamos las bases para una España que puso los cimientos en que se asienta la
actual.
Sé que hay que
hacer cambios. Pero los cambios han de servir para solucionar los problemas sin
destruir la igualdad de oportunidades. No caben reformas que supongan
retrocesos; no es posible creer que la crisis obligue a sacrificar a una generación
o muchos de los derechos conquistados por sus mayores. Por eso, si me retiro
ahora de la Presidencia
de la Junta de
Andalucía, nunca lo voy a hacer de mi compromiso político, de mi militancia por
la igualdad y de mi convencimiento en la fuerza que tiene Andalucía para
resolver los mayores problemas desde la libertad y la solidaridad.
Muchas gracias.