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miércoles, 28 de agosto de 2013

COMPARECENCIA de José Antonio Griñán el 27 de agosto de 2013


Supongo que ésta es la última comparecencia ante ustedes, como presidente de la Junta de Andalucía, tras un Consejo de Gobierno. Así que permítanme que empiece por mostrarles mi agradecimiento por su trabajo en la información y en la crítica y también por pedirles disculpas por todas las molestias e incomodidades que les haya podido provocar en estos 52 meses.

Como les había anunciado, acabo de firmar y remitir al presidente del Parlamento mi renuncia a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Todos los presidentes formamos parte de un tiempo político. Todos hemos de asumir nuestra provisionalidad. Nunca he tenido la tentación de mantenerme en el cargo. Tomé un testigo y lo cedo. Tomé el poder con dignidad y lo cedo con generosidad.
No es la primera vez que comparezco ante ustedes para explicar las razones más profundas de mi renuncia. Son ya suficientemente conocidas.
En momentos como éste hay siempre un fondo muy personal, que por mucho que los políticos nos neguemos a reconocer, existe y nos afecta muy por encima de lo que nos empeñamos en mostrar. Como alguien ha escrito, muchos no tenemos mandíbula de hierro ni somos insensibles. Es más, creo que no es eso lo que se nos exige. Así que les ruego que entiendan este aspecto personal y familiar que está detrás de mi decisión y que no voy a comentar.
Así las cosas, las razones las reduzco a dos que no voy a negar que están interrelacionadas.

- La primera es la necesidad de producir un cambio en la política andaluza, un cambio generacional, un cambio de visión, un cambio que genere impulso y que sintonice mejor con la sociedad andaluza de hoy.

- La segunda es preservar a la Presidencia de la Junta de Andalucía de la erosión que, sin duda, se ha venido produciendo en estos últimos meses, al monopolizar de forma injusta, en mi opinión, con el presidente de la Junta de Andalucía y el caso de los EREs.

Con respecto a la primera razón, la necesidad de cambio, les puedo decir, y así lo confirman todas las encuestas, que, si ya estaba latente en las postrimerías de la pasada legislatura y comienzos de ésta, se ha convertido en clamorosa en este año 2013.

Todas las encuestas nos muestran una desafección ciudadana hacia la política que debería preocuparnos no solo a los políticos sino a todos cuantos estamos convencidos de que la política es imprescindible para el funcionamiento democrático e institucional de la sociedad.

Escuchar esto es una obligación inexcusable de cuantos tenemos la posibilidad de favorecer el cambio. Es necesario recuperar el buen sentido de la política.

Siempre he tenido claro, y así lo he expresado reiteradamente, que, durante mi mandato como presidente de la Junta debería hacer la transición para el cambio. Un cambio que no sea un lavado de cara sino un cambio de ciclo, un cambio que sea un ajuste con los tiempos: Un cambio que yo no podía protagonizar.

El objetivo era pasar el testigo a otras generaciones que habían perdido muchas oportunidades por la persistencia en el poder de los políticos de la generación nacida en los años 40 del pasado siglo. El dato es muy elocuente: En 31 años de autonomía andaluza nuestra comunidad ha tenido cuatro presidentes y los cuatro nacimos entre 1944 y 1947.

Es probable que este dato explique la preterición de las generaciones posteriores que han vivido siempre la política desde la mirada de quienes hicimos la Transición y, por tanto, más influida por una forma de entender las cosas que por las nuevas realidades que están naciendo y que cambian día a día.

El actual es un tiempo de cambio. Nosotros, los de mi generación, somos inmigrantes en una realidad nueva. No digo que no nos hayamos adaptado permanentemente a la realidad. Creo de verdad que, en buena medida, lo hemos sabido hacer. Pero es verdad que somos inmigrantes en un mundo que ha cambiado y que se desenvuelve con parámetros nuevos en lo internacional, en lo nacional, en lo autonómico, en lo económico, en lo cultural, en lo informativo y en lo social.

Así, junto al principio de estabilidad que tanto hemos defendido los de mi generación, hay, en estos momentos, que arriesgarse al principio del cambio. Creo, por ello, que las generaciones hegemónicas en la sociedad deben ser también las mayoritarias en el gobierno de las instituciones políticas. Este es el proceso natural y por eso esta transición tenía que hacerse.

Sabía, y sé, que mi apuesta por el cambio genera dudas y, a veces, alguna resistencia. Nada, sin embargo, que no pueda superarse si quien está llamado a asumir la próxima responsabilidad tiene claro que debe trabajar por la integración y por la convivencia entre generaciones y géneros.

Dejé en manos del Partido Socialista de Andalucía que tomara la decisión, conforme a nuestros estatutos para las primarias, de elegir a la persona que hubiera de sustituirme.

Ha sido la primera vez en más de treinta años que hemos puesto en marcha el procedimiento estatutario de primarias para elegir al candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. La primera vez y la única en el caso del partido socialista y de cualquier otra formación política. Quise que así fuera desde una regulación que, sin ser exigible estatutariamente, ponía en manos de la militancia la decisión. Ella sería la que diera vida a un proceso inédito entre nosotros y la que diera su respaldo a la persona que considerara más capacitada para este empeño. Estaba convencido de que su respuesta sería a favor del cambio generacional.

Así ha sido. Se ha optado por un cambio generacional y además por un cambio de género. Susana Díaz representa ese cambio, ese nuevo impulso.
De alcanzar su investidura, será una presidenta nacida en los setenta, representativa de la mayoría social que hoy en Andalucía dirige empresas, asociaciones, hospitales, o facultades universitarias.

En este cambio que estoy impulsando con mi renuncia, también quiero reconocer que es una satisfacción personal que una mujer por primera vez vaya a ser la presidenta de la Junta de Andalucía si la Cámara le otorga su confianza.

En toda la década de los 80, el Gobierno andaluz solo contó con una consejera y lo fue por solo dos años. Era, es cierto, otra Andalucía muy distinta que a veces conviene recordar. Entonces solo dos de cada diez mujeres entre 20 y 45 años formaban parte de la población activa. Hoy son ocho de cada diez: una tasa de actividad similar a la de los varones y con unas credenciales formativas de mayor nivel en su conjunto. Pocos dudan ahora de la capacidad política y profesional de las mujeres que han jugado un papel creciente en la vida política, social, académica y económica de Andalucía. Susana Díaz también representa ese cambio que hemos entendido necesario.

Dicho esto, tengo que añadir que me siento orgulloso de lo que mi generación política ha hecho en España y en Andalucía. Muy orgulloso de haber formado parte de varios gobiernos de Felipe González y de Manuel Chaves. Ahora toca que otros y otras hagan que nos sintamos orgullosos de lo que van a hacer cuando asuman la responsabilidad del relevo.

Hace falta política, Política con mayúsculas. La gente está desilusionada, enfadada, porque esperaba cosas que no se están haciendo y no esperaba cosas que sí se están haciendo.

La gente reclama política, una política útil y centrada en las personas, no que la política se subordine a la economía o a los intereses de los mercados financieros.

No puedo aceptar que haya una sola forma de salir de la crisis y que esa forma sea la que dictan los mercados. Creo que es posible, y aun necesaria, una alternativa de izquierdas.

Desde el Gobierno andaluz hemos querido marcar una iniciativa y un recorrido propios. Hemos demostrado que hay otras formas de hacer las cosas; que la política no es un camino de dirección única; que hay alternativas. Porque esa es la raíz misma de la democracia: saber que siempre es posible hacer las cosas de otra manera y saber que las distintas ideas son las que mueven las diferentes opciones de gobierno.

Lo hemos hecho, lo estamos haciendo, en un marco de dificultades financieras asfixiante y en medio de una crisis que no tiene precedentes en nuestra más reciente historia.

Lo hemos hecho teniendo como objetivo prioritario la igualdad de oportunidades y el apoyo a los más necesitados. Defendiendo un modelo público de bienestar social y tratando de no confundir reformas con recortes o privatizaciones de servicios públicos.

Pero es necesario dar más pasos en esta dirección. Es preciso afrontar la realidad desde la política concreta y desde un discurso que no se quede en la dialéctica entre partidos. Los políticos fracasamos cuando creemos que la política es solo la lucha por el poder. Si nos centramos solo en deteriorar, o robarle crédito y prestigio, a nuestros adversarios, los ciudadanos se alejarán de la política. La gente confía en los políticos en la medida en que son capaces de solucionar sus problemas. Y por eso estoy convencido de que nadie gana credibilidad política cuando se limita a tratar de quitársela a sus adversarios.

Es verdad: Hay un profundo deterioro de la actividad política. No hace mucho dije que salir de la crisis es urgente. Pero que tan urgente como ello es recuperar el prestigio de las instituciones y de la política. Y no tengo duda alguna de que en el deterioro de la política han influido de forma manifiesta todos los escándalos de corrupción.

El caso de los ERE es un asunto de gravedad, del que no se puede pasar página con ligereza. Por eso, desde la Administración andaluza siempre tratamos de colaborar con la justicia y de aportar lo que está en nuestra mano para esclarecer los hechos, para que se restituya el dinero detraído indebidamente y para que paguen los responsables.

Pero resulta imposible obviar que este caso ha dañado la imagen de la Junta de Andalucía, que ha supuesto un gravísimo obstáculo para ejercer la acción política desde la normalidad y sobre todo una ofensa gravísima para tantas y tantas personas que están pasando privaciones.

Tampoco se puede negar que -de manera indebida, y también tengo que decir que profundamente injusta- el punto de mira de quienes han utilizado políticamente el caso estaba apuntando directamente hacia mí, hacia la figura del presidente de la Junta de Andalucía.

Es mucho el daño personal que se me ha hecho con la utilización de este asunto. Quien me conoce sabe cómo soy, cómo vivo, cómo he vivido en estos 43 años de servicio público. Me afecta el daño personal y familiar. Pero, sobre todas las cosas, me duele el daño a la Junta de Andalucía y, por eso, hoy doy un paso atrás con el que pretendo favorecer que este asunto deje de entorpecer la política cotidiana.

He considerado también necesaria mi renuncia, no solo para propiciar el cambio generacional sino además para sacar a Andalucía y a la Presidencia de la Junta de Andalucía de un debate que está siendo un obstáculo para luchar contra la crisis, tarea en las que tienen que estar puestos ahora mismo todos los esfuerzos.

Como ya les he dicho, estamos concernidos y obligados a responsabilizarnos de la pésima percepción que en la actualidad tiene el ciudadano de la política. Una sensación que se ha acentuado de manera alarmante en los últimos 12 meses. Por todo: Por la falta de respuestas a los problemas y también por los casos de corrupción.

Sondeos y estudios de expertos coinciden en que una buena parte de los ciudadanos nos ven a los políticos como el epicentro del terremoto que está zarandeando también al sistema y a sus instituciones. Eso obliga a tomar decisiones cuyo objetivo sea devolver el prestigio a la política, el crédito a las instituciones, y con ello fortalecer la propia democracia. A veces, aun sabiendo que con la renuncia estás respondiendo con una decisión que parece dar la razón a quienes no la tienen, es bueno dar el paso atrás y esperar a la reparación que sin duda habrá de llegar y que pondrá a cada uno en su sitio.

Sé que en España este tipo de gestos resultan prácticamente inéditos y que, aunque se reclaman con insistencia, luego, cuando llega la hora de la verdad, se miran con desconfianza, e incluso se tachan de irresponsabilidad y de extravagancia. Curiosamente por los mismos que exigían con vehemencia resoluciones tajantes.

He dicho que la mayoría de ustedes saben quién soy. Pero es bueno también que, al final de un mandato institucional, rindamos cuentas a la ciudadanía: Por eso, quiero entregarles mi declaración patrimonial de bienes de 2009, año en el que tomé posesión del cargo y la actual. Y también la declaración de la renta de aquel año y la de 2012. Unas y otras están en Internet. Todos cuantos han tenido interés en hacerlo han podido comprobar, a lo largo de estos años, en la web de la Junta de Andalucía, mis declaraciones patrimoniales y mis declaraciones de la renta. Consideré entonces y lo considero ahora que era mi obligación política y así quise hacerlo. Nunca oculté bienes y siempre declaré todos mis ingresos. Siempre y sin excepción. Mis ingresos se han venido aprobando año a año en la Ley del Presupuesto y nunca tuve otros que los complementaran. Mi patrimonio es el mismo que tenía hace cuatro años que no es muy diferente al que tenía hace diez o quince. Han estado siempre en el conocimiento de los andaluces.

Pero creo que es conveniente que a la transparencia formal, a lo publicado, se una la declaración personal del interesado: La mía ante todos ustedes y ante todos los andaluces:

Era costumbre antigua hacer lo que se llamó un juicio de residencia. Es lo que hago aquí y estoy dispuesto a hacer en cualquier caso y en cualquier situación. Los ciudadanos tienen el legítimo derecho a conocer quiénes son, y cómo y de qué vivimos, tienen derecho a saber quiénes somos quienes asumimos responsabilidades públicas. Así lo hemos venido haciendo desde mi gobierno y así lo ratifico, ahora, al finalizar mi responsabilidad institucional.

En relación con el presente y el futuro inmediato de la Junta de Andalucía quiero añadirles algo: La estabilidad política del gobierno andaluz es una garantía de futuro para Andalucía. Hay un acuerdo de gobierno entre PSOE e IU sólido y fuerte, concentrado en los compromisos de gobierno que hemos adquirido y concentrado en la defensa de los andaluces y andaluzas. Quiero agradecer a IU la responsabilidad que ha demostrado en todo momento, y quiero personalizar esa gratitud en el vicepresidente Diego Valderas.

En cuanto a mi partido, el PSOE de Andalucía está unido y motivado en torno al cambio que estamos realizando, y eso supone un apoyo político muy poderoso para el nuevo gobierno.

Por último quiero agradecer a toda la sociedad andaluza el apoyo que he sentido en estos años de presidente, agradecer a cuantas organizaciones sociales, económicas y políticas han colaborado con mis gobiernos, y de manera muy especial a todos mis consejeros y consejeras, presentes y pasados, su compromiso y su quehacer.

Los de mi generación, los que hemos sido llamados de la Transición, supimos estar a la altura de los tiempos difíciles que nos correspondió vivir y sentamos las bases para una España que puso los cimientos en que se asienta la actual.

Sé que hay que hacer cambios. Pero los cambios han de servir para solucionar los problemas sin destruir la igualdad de oportunidades. No caben reformas que supongan retrocesos; no es posible creer que la crisis obligue a sacrificar a una generación o muchos de los derechos conquistados por sus mayores. Por eso, si me retiro ahora de la Presidencia de la Junta de Andalucía, nunca lo voy a hacer de mi compromiso político, de mi militancia por la igualdad y de mi convencimiento en la fuerza que tiene Andalucía para resolver los mayores problemas desde la libertad y la solidaridad.

Muchas gracias.


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